17 de Octubre del 2017. Siempre es bueno recordar cuál es el origen de las culturas y las influencias que han recibido y proyectado. Aunque muchos de la generación antigua del Choapa pueden dar por hecho dicho conocimiento, es necesario traspasarlo a las nuevas generaciones, utilizándolo como una herramienta más de interacción que tanta falta hace. La razón es muy sencilla ¿Qué es un árbol sin su raíz? La red, bien utilizada, nos da este privilegio, mande este pequeño artículo al celular de su hijo o nieto o viceversa, quién sabe. Según los historiadores, por los hallazgos encontrados, habitaron antiguamente esta zona las culturas Molle, Diaguitas y Huentelauquen. Muchos de los nombres de las localidades se mantienen hasta el día de hoy.
En 1450 gobernaba el Perú el Inca Yupac Yupanqui, quien había extendido sus dominios al sur del lago Titicaca. Luego de invadir las provincias de Tucumán y atravesando la cordillera, llegó a Chile por la provincia de Atacama. En su afán de conquista, los invasores llegaron hasta el valle de Aconcagua, en donde se establecieron antes de proseguir en marcha hasta las márgenes del Bío-Bío, donde años después y bajo el gobierno de Huaina Capac, hubieron de enfrentarse con la invencible resistencia de los “Aucas” del sur que jamás fueron sometidos al invasor incásico. Los indios peruanos al penetrar en esta región en cuyos cerros y quebradas en las aguas del río Millapel (del quechua que significa pluma de oro) surgía insinuante y esplendorosa la áurea sonrisa del oro, obligaron a los aborígenes a pagar a la corona del Inca fuertes tributos consistentes en oro y productos de la tierra, a la vez designaron curacas para mantener su autoridad sobre los sometidos. La invasión incásica dejó en toda la provincia del Choapa, hasta Aconcagua, su huella civilizadora, logrando introducir una más racional explotación en los cultivos, y enseñaron la construcción de caminos y canales de regadío, como asimismo, la confección de tejido, alfarería y diversos utensilios de uso doméstico, Los descubrimientos de cementerios indígena en Huintil y Chalinga, por ejemplo, atestiguan la influencia que sobre las costumbres aborígenes dejó el paso de las huestes incásicas entre los pobladores de la región.
Trescientos años después de la iniciada invasión incásica de Yupac Yupanqui, hecho el descubrimiento por el adelantado Almagro, consolidada la conquista iniciada por don Pedro de Valdivia, y formada ya en el transcurso de estas tres centuria la nueva nacionalidad (mezcla castellana aborigen) la zona que hoy conocemos como Choapa era por la fecundidad de sus tierras y la prodigalidad inagotable de su riqueza minera, una de las zonas mejor dotadas por la naturaleza para dar sustento y bienestar al hombre. Producto de la época colonial (las encomiendas) la tierra estaba en posesión de tres o cuatro personajes que dominaban en sus feudos, sobresaliendo por la extensión de sus predios los pertenecientes a don SANTIAGO IRARRÁZAVAL Y ANDÍA, Marqués de la Pica (lo que se conocía como hacienda Illapel y sus inmediaciones) y la de don GASPAR DE AHUMADA Y MENDOZA, donde actualmente está asentada la ciudad, propietario, a su vez, de la extensa hacienda Choapa, formada por las hijuelas Cuncumén, Chillepín, Tranquilla, Coirón, Quelén, Las Casas, Tahuinco, El Tambo, Limáhuida, Las Cañas y Las Vacas, o sea, una extensión que abarca desde la cordillera hasta cerca del actual Los Vilos.